Compartimos la segunda parte del artículo “¿Qué es más importante, la ética o la religión?”, en que el hermano David se hace eco del llamado del Dalai Lama a abrazar una ética universal.
El hermano David responde preguntas recibidas por e-mail en relación a la afirmación del Dalai Lama, quien sostiene que “La ética es más importante que la religión”.
El amor a los enemigos se hace posible cuando comprendemos su significado. El hermano David enumera gestos concretos con los que podemos llevarlo a la práctica.
“¿Por qué las religiones se apartan de cosas tan básicas como el respeto, la gratitud o el amor?”, preguntan al hermano David. Una respuesta esclarecedora y una invitación a comprometernos desde nuestro lugar.
Construyamos un mundo mejor tomando conciencia de que formamos una sola familia con toda la humanidad y con todos los seres vivos. “¿Podemos extender nuestra preocupación hasta abrazar a todos los miembros de la Familia de la Tierra?”
El hermano David propone a la religión (siempre que sea auténtica) como la única fuerza humana capaz de lograr la paz en el mundo, ya que la experiencia religiosa nace de un sentido de pertenencia universal, en el que ya no existe el “nosotros” y “ellos”: todos somos uno.
Ahora bien, ¿por qué digo que solo la religión puede darnos la energía para pagar semejante precio? No estoy identificando a la religión con las religiones; si así lo hiciera, no podría afirmar aquello. Pero debe haber alguna relación entre la religión y las religiones. ¿Qué es lo que hace que las religiones sean religiosas?
Nuestro sentido de pertenecer a una misma familia con todos los seres tiene un Fundamento, que es lo que llamamos Dios, y la gratitud es la respuesta del corazón a esa pertenencia.
Pronunciadas en 1975, estas palabras tienen hoy aún mayor vigencia. Con ellas, el hermano David cerró un acto en las Naciones Unidas que reunió a líderes espirituales de todo el mundo, entre ellos la Madre Teresa de Calcuta. “El espíritu humano es uno. Silenciosamente, echemos raíces en sus profundidades. Allí reside la única fuente de paz posible”.
La vida espiritual comienza cuando la vida misma nos pone ante el desafío de aferrarnos a lo conocido, o lanzarnos a lo desconocido. Esa confianza valiente que nos hace avanzar hacia lo desconocido, que nos permite pasar de un orden a otro orden superior, es la fe. Aferrarnos a lo conocido es detenernos, es morir; arrojarnos confiadamente es avanzar, es vivir.