Un pesebre, una noche y una estrella
Un pesebre, una noche y una estrella… La historia de la Navidad es ante todo una revelación: revelación del Dios que hace suyo lo humano para mostrarnos lo divino de la humanidad. “Navidad es la fiesta de la humanidad de Dios, y por eso, de la sacralidad de toda carne humana, lo sagrado de toda creación”.
Dar como Dios da
Jesús se fija en lo pequeño, en aquello que no llama la atención: ve el gesto de la viuda, que aparentemente es insignificante, pero a los ojos de Dios es de sumo valor: “Jesús ve a la viuda, ve a quien dando lo mínimo da lo máximo, da sin guardar, da sin medidas. Da a Dios como Dios se da a nosotros, como nosotros estamos llamados a darnos a los demás”.
Al borde de Dios
Bartimeo, el ciego sentado al borde del camino, es imagen de quienes permanecemos sentados sin arriesgarnos a dar el salto, a gritarle a Dios nuestra necesidad: “Todos, en algún momento, hemos visto claro lo que debiéramos ser… pero lo hemos visto desde allí: desde el borde de la decisión, desde donde dejamos de caminar, de soltar”.
Poder y servicio
Hay un poder ejercido como dominación y un poder ejercido como servicio. No solo quienes ejercen el poder público, sino también cada uno de nosotros, nos encontramos constantemente ante la disyuntiva de servir o servirnos, de poner primero la necesidad ajena o el propio interés. Es, en definitiva, la elección entre el propio yo o el Dios que no vino a ser servido sino a servir.
Ser donación
La invitación de Jesús a seguirlo es una invitación a ser donación, a encarnar su entrega. “Si la identidad del hombre es la de ser un ser abierto al mundo, a los otros y a la trascendencia, la identidad cristiana, la que nace de las aguas del bautismo, es la de rebasarse, como si ser cristiano fuera no poderse contener”.
Obediencia, libertad y gratitud
Obedecer es escuchar lo que cada acontecimiento de la vida nos quiere decir, y responder con responsabilidad. En esa escucha y en esa respuesta, la voluntad de Dios se hace carne en nosotros: “A esta altura la obediencia ya es mi libertad, o más aún, es gratitud, respuesta agradecida a la gracia de su obrar, a su primer gesto que fue su voluntad de crearme”.