La mancha y la falta son imágenes utilizadas para recordarnos que siempre estamos en camino hacia el ideal, hacia nuestra transparencia y plenitud humanas.
Ser testigos de Dios no es un privilegio sino una responsabilidad. Somos hechos sus testigos desde nuestra misma constitución humana, constituidos como apertura a los demás.
Adviento significa espera, y hay un lugar de la espera por antonomasia: allí donde están los que esperan justicia, alimento, abrigo… allí donde Dios espera que seamos adviento para los demás.
El tiempo de adviento refleja la condición humana: el ser humano es un ser de esperanzas, siempre tendiendo hacia algo nuevo y diferente, hacia su plenitud.
Dios busca al hombre, el hombre busca a Dios. Del encuentro nace la liberación humana: Dios nos libera del encierro egoísta, “entra para sacarnos, para librarnos, para desde nosotros entrar en los demás”.
Una imagen que «nos sitúa en la soledad de cada hombre en la soledad de Dios». El peligro de hacer de Dios un simple espejo donde nos miramos a nosotros mismos.
«Perseverar, insistir en la oración, es insistir en que nuestra vida se mantenga abierta a Dios, no se cierre a los otros, no se cierre sobre nosotros mismos».